Conocí a la Charolesa el 23 de Febrero de 2011, no sé bien si cuanto allí sucedió, podría haber ocurrido en cualquier otra de las fechas en los treinta años en que nos veníamos reuniendo ó incluso en algún otro día que no hubiera sido un 23 II, lo cierto es que bien podía tratarse de una predestinación.
Aquella tarde confluyeron una serie de aspectos poco comunes, nada tuvo que ver con lo que venía sucediendo en años anteriores donde generalmente solía aparecer una voz que no conseguía hacer callar; pasaba a menudo en este tipo de reuniones más o menos tumultuosas.
Todo empezó como cualquier otro día, quizás algo más animado en el tono de la conversación durante la comida.
-Pues yo creo que la Red Social es una buena película de las que hay que ver.
-Sin duda, pero a mi no gusta su aportación sobre una serie de aspectos de la sociedad que se están manipulando; votaciones para ganar los oscar ó cualquier otro concurso; conflictos en los países árabes; en fin, aborregamiento generalizado y perdida en esencia de la libertad de la persona.
-Bueno, pero si todavía no la has visto, vete a verla y luego hablamos.
La tarde prometía, - que si yo todavía no he necesitado tomar viagra, que si ya vamos estando mayores y que si ahora, con lo de no poder fumar en ningún sitio cada vez estamos mas jodidos -.
-Pues nos vamos a jugar al mus a mi casa, si es que aquí tampoco nos dejan.
Ahí fue, como por predestinación empezaron a desatarse las pasiones; iban fluyendo como vasos comunicantes una tras otra, dejando paso a sutiles sentimientos que se iban despejando veladamente.
Al entrar en la casa, inicialmente solamente eran los perros los que parecían manifestar su deseo de acaparar el cariño de Cristian, en tanto, mientras avanzábamos hacia la sala que nos aguardaba, pudimos ver a un hombre tendiendo la ropa al que Cristian le pidió una botella de Güisqui para la partida. El desarrollo de la misma fue aciago en cuanto al reparto de naipes, sin embargo, el comportamiento del juego no bajó en intensidad en ningún momento, el resultado se iba decantando inexorablemente como una inapelable replica a los meses de victorias ininterrumpidas que habíamos acumulando.
No hubo nada que hacer, a Enrique, (el barbas), todo le salía a las mil maravillas, frente a cualquier envite por nuestra parte, siempre respondía con otro mayor o con un órdago lo que llenaba de satisfacción a Ernesto su compañero de juego.
Lo perdimos todo, la comida, la lotería y hasta un compromiso de futuro que por el momento no desvelaré, pero tenía la premonición de que algo mágico iba a suceder todavía, y así fue.
No se bien si con un impulso espontáneo o premeditado, Cristian se levantó de la mesa y dirigiéndose a mí, dijo:
-Te voy a regalar uno de mis cuadros
Se trataba de una preciosa muchacha de enigmática mirada, con un pañuelo en la cabeza, dos grandes pulseras y una especie de velo alrededor de su rostro, recordaba a ese estilo de chicas sexy de Manga, con un aire como si se hubiese acabado de escapar del comic. Sus ojos, su boca, su nariz y su barbilla atrajeron mi atención al instante; tras escribir ésta dedicatoria
-Para Rafa después del 23 II
hizo el siguiente comentario que impregnó de misterio el ambiente:
-Siempre que dibujo, me sale la misma cara
En ese preciso momento, apareció Inma su mujer que enseguida se percató de la jugada
- Perdonad, me encontraba leyendo el periódico para dejaros tranquilos, ¡Ah por cierto! ¿A quien se la vas a regalar?
Todos miraron en mi dirección, acabaron sus respectivos cigarrillos y salimos a la puerta de la casa para despedirnos, lo último que me dijo Cristian fue:
-Colócala en el salón de tu casa
-No sé, mi mujer también tiene que opinar, pero no te preocupes, la trataré lo mejor posible
Enrique y Ernesto en tono burlón, me dijeron:
-Puedes llamarla La Charolesa (El Charolés era el nombre del Restaurante donde en esa misma tarde, también habíamos perdido la siguiente comida).
Coloqué a la Charolesa en el asiento del copiloto, nada más arrancar el vehiculo, surgieron a borbotones un hervidero de preguntas en mi cabeza, en relación con lo que acababa de suceder
¿Existía entre Cristian e Inma alguna confabulación para deshacerse La Charolesa ?
¿La reiteración obsesiva de Cristian, con la misma cara, podría ahora repetirse conmigo?
¿Estaba corriendo algún riesgo llevándomela a casa?
Los ladridos de los perros se oían a lo lejos, como complacidos
CL110224lacharolesa
Rafael Moreno Horcajada
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