sábado, 23 de abril de 2011

La Ecografía


No hay duda dijo el ginecólogo cuando terminó de reconocer a Rosa, estás embarazada de cuatro meses.
Doctor, pero si yo estaba sin cuidado, si usted sabe que tengo cuarenta y cuatro años.
Pués se ve que tu organismo reacciona de manera joven.
¡Uy, cuando se lo cuente a mi Juan!
Y te comento añadió el doctorque creo que es un machote.
¡Uy, con dos niñas mocitas que tengo ya, cómo se lo digo! ¡ Uy, doctor!,  por qué no me ayuda y le citamos aquí, yo le aguardo en la sala de espera y usted se lo cuenta.
Esto que me pides no es muy normal que yo lo haga, pero dado que os conozco tanto, llámale a ver si puede venir y os recibo a los dos a las nueve. Y, toma, esta es la foto de tu primer hijo.
Qué no, doctor, que ya sabe que tengo otras dos hijas. Mi Luisita, de veintiuno, ya casada, y mi Ángela, de veinte.
Me refiero a que es tu primer varón. ¡Ay, que mujer!, anda, aguarda en la sala de espera.
Rosa volvió a la sala de espera, se puso a contar con los dedos los meses que ella consideraba que llevaba sin regla y comenzó a palparse el vientre con fuerza, ajena a las personas que la miraban extrañadas, se metió la foto en el pecho y murmuraba por lo bajo ¡Ay que dicen que eres un machote, pero el machote es tu padre!. Ea, y yo sin echar cuentas…
Y ya un poco mas calmada, miró y remiró el enjambre de rayas blancas sobre el cono invertido negro, y la semillita que aparecía en el centro, donde el doctor había hecho un punto. Y dando un suspiro, recordó la primera vez que había sentido a sus otras hijas dentro de sí, la ilusión que le hizo poder amamantarlas, el esfuerzo para que tomaran las papillas, las salidas al parque con el coche de paseo, el orgullo de madre cuando le decían que sus hijas eran guapas, los primeros balbuceos, las malas noches porque los bebés no entienden de horarios, la carrera para abrazar al padre cuando volvía del trabajo, la primera vez vestidas de flamencas en la feria, la comunión que la hicieron juntas porque iban muy seguidas, la ayuda en sus deberes del colegio, las rebeldías de adolescentes, la lucha por las faldas cortas, las noches de espera porque la juventud de ahora acostumbra llegar de madrugada, las malas y las buenas notas, el echar un capote en las regañinas del padre, el sufrimiento con aquel chico medio hippy que fue el primer novio de la mayor y que no les gustaba nada, la lucha diaria, sola con el trajín de la casa, las cuentas para estirar el sueldo del marido que era el único que entraba, por fin la reciente boda de la mayor…Y mientras recordaba todo esto en soledad, notó que su corazón se inundaba de un amor nuevo.
¡Ay mi alma, que Dios me dé fuerzas porque yo ya te quiero! Y el “te quiero” se escuchó en alto en la sala de espera, mientras Rosa guardaba la foto de la ecografía junto a su pecho.
Cuando ya no quedaba nadie más que ella, pensó que realmente no le hacían falta ayudas para decírselo a su marido, porque a ese amor nada ni nadie podría oponerse. Ya era héroe porque se  sentía MADRE con mayúsculas.
En ese momento apareció el marido y le dijo: Rosa, acaba de contármelo el doctor, eres la flor más bonita después de la Macarena. Y ahora explícame  ¿cual es el problema? Yo estoy hecho un toro, y el niño viene a su casa.Juan, cogiendo a su mujer por el brazo, comentó: nuestra casa se llenará de vida, seremos padres y abuelos casi al mismo tiempo. Gracias, doctor, quede usted con Dios, que nosotros  nos vamos a celebrarlo.
Carmen García Bueno
5 de abril de 2011.
 

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