martes, 29 de marzo de 2011

Akira.-

Akira.-

Verdaderamente el Tsunami en Tokio había desencadenado una tragedia de consecuencias inimaginables y si bien es cierto que el drama  era un hecho, con desapariciones de pueblos enteros con miles de habitantes y  considerables daños materiales que la riada se había llevado; aún quedaba por comprobar el alcance de las consecuencias nucleares que no habían podido ser evaluadas en su totalidad, hasta que hubiesen finalizado las continuas explosiones que se seguían   produciendo en los reactores de las centrales nucleares ubicadas en Fukushima.

En la vieja Europa había saltado la alarma. Akira un brillante analista informático de la Toyota se encontraba al borde de la desesperación, decidió acudir de inmediato a la embajada del país en que se  encontraba trabajando, para ver si le podían  informar  acerca de la situación de su familia en Tokio.

Nada más llegar vio que, una amable compatriota  se encontraba en el mostrador dando información de los acontecimientos recientemente acaecidos en Japón, a las personas que  la rodeaban.

—Buenos días, perdone señorita, mi padre trabaja en la central nuclear de Fukushima y toda mi familia está en Japón. ¿Quién me podría comunicar con alguien de allí?

—Un compañero mío consiguió comunicarse con ellos por Skype hace un rato,  hasta que estalló el 2º reactor de la central.

 —En mi empresa nos ha sucedido algo parecido, yo trabajo en la Toyota y por eso  he venido hasta aquí, ¿me permite subir hasta donde se encuentra el despacho de su compañero?



—Espere aquí un momento que  lo consulto - al momento volvió  con un gesto de marcada preocupación y dirigiéndose a Akira, le dijo.- Imposible hablar con ninguno de mis compañeros de arriba por el momento, se palpa una tensión tremenda, me comentan que se han perdido todas las comunicaciones con Tokio, están tratando de recomponer otra ruta de acceso desde otra provincia o desde  el propio ministerio de información, para poder llegar a la Central Nuclear.  Lo último que se ha podido saber, es que todo iba de mal en peor.

—Escúcheme por favor, se trata de saber algo acerca de cómo se encuentra mi familia, comprenderá que no voy a quedarme aquí cruzado de brazos.

—De verás que lo siento, pero, yo me encuentro en su misma situación. Mi familia también esta en paradero desconocido de momento

—Verá Vd., no sé si estoy perdiendo el tiempo aquí o si sería más acertado hablar con las autoridades de este país. A estas alturas seguro que alguien estará intentando fletar algún avión ¿tampoco saben ustedes nada al respecto?     

En tanto, en el vestíbulo de la embajada todo era un río de especulaciones, unos por un lado decían:

—La evaluación del conflicto nuclear de Fukushima  a nivel mundial, no debiera darse por  acabada.

—A pesar de la gran tragedia del Tsunami, todavía no se han detectado fugas contaminantes sobre la población, bien podría pensarse que la energía nuclear no es tan peligrosa en realidad.

—Deberíamos esperar algún tiempo para determinar el camino correcto a seguir en cuanto a qué políticas energéticas adoptar. De otro modo habría que interpretarlo como pura demagogia o como oportunismo político.   

Llegados a éste punto, desde la planta superior de la embajada,  megáfono en mano, el propio embajador trataba de reconducir el caos hasta que volvieron  a tomar la palabra una vez que se hubieron aplacado los ánimos.

—Calma señoras y señores, les tendremos informados puntualmente de cuanto vaya  sucediendo.

—Yo he venido hasta aquí en la confianza de que alguna ayuda podrían ofrecerme, pero veo que son todos una pandilla de inútiles.

—Oiga, perdone  pero no voy a consentirle aquí, que hable de ese modo.

—No se preocupe, ahora mismo me voy en la confianza de que mis compatriotas en Japón, puedan estar actuando con mayor diligencia. Adiós.

—Adiós Sr., le deseo que todo le vaya bien a su familia (y también a la mía)
-dijo Yushico, al tiempo que dejaba caer una lagrima por su mejilla.

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Rafael Moreno Horcajada

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