jueves, 3 de marzo de 2011

ANILLOS DE NEWTON

Pasó la página de Económicas y allí estaba. La vieja escuela del pueblo. Se quedó mirándola fijamente y vio que, a pesar de los años, el viejo edificio conservaba su encanto. Ese aura mágica con que siempre la recordaba seguía intacto aunque ya no revolotearan niños en el patio ni se oyeran sus chillidos alegres durante el recreo. Casi 60 después la escuela volvía a ser noticia.

Bajó la mirada hasta el pie de foto y leyó el texto. -“Otra vez lo mismo”- pensó – “Sota, Caballo y Rey. La vida no es más que eso, una serie de sucesos que, en esencia, siempre tiene un denominador común”. Volvió a repasar la imagen en el periódico y se detuvo en las ventanas de la escuela. Entre los reflejos de los cristales parecía formarse la silueta de varios niños correteando. ¿Acaso éste no sería Mario corriendo detrás de aquella cometa? Una cometa de cuatro colores y con forma de rombo que le había hecho su padre y a la que le había agregado una cola con lazos de trapo para darle más fuerza y estabilidad al hacerla volar. Pobre muchacho. Tanto que corrió para hacerla subir al cielo que al final subió él más que ella. Corría, corría y corría sin quitar la vista del cielo. Hasta que tropezó con aquella piedra y fue el final de su historia.

Chasqueó con los labios como lamentándose por aquel suceso a la vez que, con el dedo índice, trazaba las siluetas de las ventanas sobre la foto. “Sota, Caballo y Rey”,- Pensaba- lo mismo le pasó a su padre 3 meses después. Pero esta vez no se cayó él sino que lo tiraron al suelo y lo abatieron a balazos y el que no disparó su arma, lo remató a cultazos. Pobre hombre. Cuando vinieron esos matones desalmados estaba tendiendo la ropa en su casa, que quedaba entre la escuela y la iglesia del pueblo. Desde mi habitación, se pudo oír cómo le gritaron “rojo de mierda” antes de sonar el primer disparo. Los demás vecinos siempre sospecharon que fue César, su cuñado, quien lo acusó. Los escucharon discutir dos días antes del suceso. Si no se metía con nadie, decían los vecinos, no hablaba con nadie. Desgraciado, traicionero. Por unas pocas pesetas vender su alma y haber mentido de esa manera. Si nunca se le vio metido en revueltas, ni siquiera tenía una ideología política. Y César tampoco… Sota, Caballo y Rey. Dos que son iguales, uno que traiciona y otro que es traicionado”.

Levantó la vista de su lectura para dar descanso a sus pensamientos. A sus 85 años se agobiaba fácilmente con cualquier tipo de lectura. Vio un par de niños correteando por el parque y la escena se le pareció tanto a lo que acababa de “visualizar” en los cristales de la escuela abandonada, que no pudo contener un suspiro. “Y otra vez, vuelta a empezar”- Pensó- “Espero que éstos dos no encuentren piedras en su camino”. Volvió a mirar la noticia del periódico y esta vez se centró en el texto que apoyaba el reportaje. En él se podía leer: “La policía de Garrovillas encontró el cuerpo de una mujer enterrado en la nieve, en el jardín delantero de la vieja escuela del pueblo. El cadáver tenía marcas de violencia y varias puñaladas en el abdomen”. “Si ya lo sabía yo” – pensó – “tarde o temprano se repetiría. Aquella vez cerraron el recinto porque encontraron el cadáver de una de las religiosas enterrado en el patio, donde antiguamente estaba la alberca. Llenaron el foso con tierra e incluso plantaron algunos arbustos para que diera continuidad al resto del paisaje. Creo recordar que fue uno de los alumnos de cuarto de primaria quien empezó a cavar en la tierra, jugando a hacer túneles y carreteras. Tanto excavó hasta que dio con la mano de la difunta. Fue entonces cuando llamaron a la policía y removieron todo el terreno y la encontraron. Aunque todas las religiosas se presentaron ante el juez, ninguna prestó declaración. El niño también fue interrogado en compañía de su padre, pero nunca se supo qué declaró ni qué le preguntaron. Por suerte para la congregación, el obispo del pueblo intervino rápidamente y el tema que se quedó en silencio. El silencio de la policía a cambio de que abandonaran aquella casa y aquel pueblo. Creo recordar que le dieron un plazo de tres meses para que cerraran la escuela y se fueran de allí.

Desde entonces todo era tristeza, no solo las monjas estaban tristes. También los alumnos. Algunos ya no jugaban más en el patio. Otros ya no construían nada en la tierra sino que corrían tras las cometas en el empedrado frontal del edificio… Sota, Caballo y Rey.

Suspiró, levantó la vista a la parte superior del periódico. Vio la fecha, 7 de mayo de 2010. Cerró el periódico y lo puso sobre sus rodillas. Se quedó absorta mirando nada en especial. “Está nevando en mayo”-pensó- Se ajustó el abrigo a la cintura y luego se levantó del banco en que leía. Se subió el cuello para protegerse del viento. Dio unos pocos paso y se giró a mirar el periódico que dejó abandonado en el asiento. “Igual que hace 62 años, cuando me obligaron a dejar los hábitos”. Y seguía repitiéndose: Sota, Caballo y Rey.


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