domingo, 20 de marzo de 2011

LA ESPERABAN

Carmen tumbada en la cama miraba al techo. ¿Qué hora sería? Una luz incipiente entraba por la ventana, apagada y débil como su ánimo aquella mañana. Le hubiera gustado no haberse despertado, era uno de esos días en que necesitaba que el sueño la apartara de la realidad. Su psiquiatra el día anterior le había propuesto que hiciera balance de las circunstancias positivas que tenía alrededor. Carmen había llegado a la conclusión de que las cosas buenas eran más que las negativas, que su realidad era codiciable, deseable. Su marido la quería, sus hijos la querían, sus amigos la querían y ella también se quería. Se levantó y miró por la ventana, había nevado, una ligera capa de nieve cubría la calle y los coches aparcados, la abrió y un aire frió y seco entró y le hizo reaccionar.-Tu marido de viaje, tus hijos con sus familias. ¡A la calle que ya es hora! Te espera la gente, el aire helado, el chapoteo de la nieve, te espera la mañana. No te puedes quedar en la cama y ser tú la que espera porque nadie va a venir a rescatarte - Cerró la ventana y vio cómo una cometa se elevaba anárquica, oscilando y balanceándose a merced del viento, quizá también la esperaba algún niño afligido por su pérdida. La mañana, el niño, la gente, las calles, la nieve, todos la esperaban.

Enfundada en un abrigo, gorro, guantes, bufanda y botas, salió. El viento había amainado, la nieve seguía alba, pulcra, sin hollar, sólo sus pasos iban dejando rastros sobre la acera. Pensó en el niño sin cometa - A lo mejor no hay tal niño y es que alguien ha lanzado un deseo al viento - Pasó un autobús, no sabía a dónde iba, pero no le importaba, se subió.

Una joven leía un periódico, dos señoras detrás de ella comentaban despiadadamente sobre sus nueras, una madre con un bebé en un carrito y otro niño de la mano intentaba adentrarse en el autobús, el niño al pasar a su lado la miró y entonces Carmen le hizo una pregunta. - ¿Has perdido una cometa?- El niño le sacó la lengua y siguió empujado por su madre, tres jóvenes vestidos de oscuro con carpetas bajo el brazo - Seguro que son testigos de Jehová - pensó Carmen. Gente anónima y variopinta, gente que la había esperado como la mañana, las calles, la nieve. A Carmen le entraron unas ganas irrefrenables de cantar, pero no de canturrear para sí misma, quería cantar fuerte, alto y se lanzó diciendo - Mi voz es una voz que no consigo callar - y cantó -"Estas son las mañanitas que cantaba el rey Daviiiid" - Se hizo un silencio de cementerio pero Carmen siguió - "Con ese lunar que tienes cielito lindo junto a tu bocaaaa" - Se levantó del asiento sin dejar de cantar y gesticulando animó a la gente a que la secundara, unos segundos más tarde todo el autobús cantaba: - "no se lo des a nadie cielito lindo que a mí me tocaaaa"- La joven del periódico propuso – Cantemos: " Mírala, mírala, mírala, mírala, la Puerta de Alcalá". - Una de las señoras mayores se arrancó con un cuplé -"Pisa morena, pisa con garbo que un relicario..." - La gente que subía al autobús se iba uniendo al improvisado coro. Cuando llegaron a la parada final Carmen se bajó, miró a su alrededor y vio caras sonrientes que con sus miradas le decían:

- Ha merecido la pena esperarte.

Volvió a su casa andando, chapoteando la nieve que ya no era tan blanca, volvía a nevar y apresuró el paso. Al llegar a su casa el teléfono sonaba, era su marido.

- Carmen, cariño, ¿cómo estás, estás más animada?

- Sí, sí estoy muy bien, sólo un poco afónica, quizá haya sido el frío de la mañana.

María Cruz Quintana

01/03/2011

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