jueves, 17 de marzo de 2011

SOBREMESA

La escena familiar era la de cada domingo. Todos los hijos reunidos para pasar el día juntos y comer en casa. María, la abuela paterna, empezó a recoger los platos de la mesa cuando tropezó con la pata de una de las sillas. Para evitar la caída al suelo, se sujetó de la mesa lo que provocó que toda la vajilla, utensilios y menajes que allí se apoyaban, se movieran bruscamente.

– ¡Ya lo que nos faltaba!– Gritó la botella de Gran Reserva muy enfadada –, caernos de golpe y perder lo poco que nos queda.

–Tampoco ha sido para tanto – Contestó la de Tempranillo sacudiéndose las migas de pan que se le pegaron con el golpe.

–¿Te parece poco? Encima de que se han bebido casi la mitad de mi contenido, que se derrame el que queda – Volvió a gritar con muy mal tono – No basta con que la vieja esta se haya bebido lo que era mío, ahora esté que no sabe cómo ni donde pisa, sino que me puede tirar al suelo ¿Y luego, qué? –Preguntó apuntando con una mano a la ventana – ¿Eh? ¿Luego qué? ¡Al contenedor!

– No seas mal agradecida. Te han sacado para celebrar su aniversario de boda. Además, nunca se sabe, a lo mejor después de este oficio te asignan otro –Trató de ayudar la de Tempranillo – Mira, durante la comida, la nieta pequeña creo que estaba hablando de ti. Decía que necesita decorar una botella para las clases de manualidades del colegio. Con lo estilosa que eres, no creo que te rechace.

– Mejor no trates de ayudarme, ya lo que me faltaba ¡Terminar como florero! Pintada por una niña de ocho años ¡Yo que llevé un Gran Reserva completo en mi interior! No quiero ni imaginármelo. Toda llena de tempera barata y quién sabe si hasta me ponen purpurina ¡Qué ridiculez! –Gritaba como loca llevándose las manos a las sienes.

– Yo no estaría tan preocupada, de verdad. Se reúnen todas las semanas, pero una botella como tú sólo la abren en ocasiones especiales – Dijo la de Tempranillo – Sin embargo, a mí es casi seguro que la semana que viene me quitan lo que me queda ¿Y sabes qué? ¡Estoy loca porque llegue ese momento! A ver si se toman lo que me queda. A mí, esto de los alcoholes me ponen la cabeza que se me salta el corcho.

– ¿Y eso te parece bonito? – Preguntó enarcando las cejas.

– ¡Claro! – Dijo batiendo palmas – Luego seré libre… y a recorrer el mundo. De la mesa a la bolsa de los cristales. De la bolsa al contenedor. Y de ahí al gran camión ¡A viajar! Conoceré otras botellas, otros cristales. Ojalá conociera a una botella de ron, a mí esos caribeños tan subiditos de grados, me encantan – Agregó pestañando con coquetería – Son tan … ¡Ah! ¿Cómo decirte?

– ¿Qué? ¿A un contenedor de gran escala? Pero tu te has puesto a pensar con qué clase de botellas te puedes encontrar allí… no sólo botellas, que ahí echan de todo… cristales, espejos rotos ¡Espejos rotos! – Repitió con los ojos desorbitados – Esa sería la peor de las malas suertes. ¿Te imaginas que me rayen todo el cuerpo? Y el ruido que produce el roce de todos nosotros ¡No lo soporto! Y dónde puedo ir a parar, pasar frío o calor. –Decía quedándose sin aliento – Llevo 3 años guardada en la bodega de esta casa. Allí me sentía segura, con buena temperatura, sin luces molestas ni ruidos. ¿Y ahora? Sin darme cuenta estoy metida en medio de una fiesta, con un escándalo insoportable, todo el mundo hablando de lo suyo y a nadie le importa lo que me pueda suceder después de este día. Encima la abuela medio borracha.

– ¿Medio borracha? – Preguntó la de Tempranillo – Yo creo que está borracha y media. Lo que pasa es que esta señora tiene una maestría en excesos y sabe cómo moverse para que los demás no noten su estado. Además, como ya es tan mayor normalmente camina tambaleándose, así que ni se enteran – Agregó tapándose la boca para disimular la risilla.

– ¡Por Dios! Ahora mismo daría lo que sea por que me regresen a la estantería. Mejor la soledad a seguir oyendo tus tonterías – Seguía lamentándose la Gran Reserva – ¿Tú no estarás delirando o borracha?

– Puede ser. A ver, guapa ¿Qué tengo en el interior? –Preguntó la de Tempranillo estallando en una sonora carcajada y llevándose las manos a la barriga.

La botella de Gran Reserva se giró con gesto de querer ignorar a la de Tempranillo. Definitivamente, su compañera de mesa no la entendía. No veía las cosas desde su punto de vista.

– Así le irá en la vida – Pensó – No tendrá perspectiva de futuro. Una nace para lo que nace. A esta le daría igual terminar llena de aceite usado en la fritura. La sola idea de que se termine lo que tengo me asusta. Con lo bien que estaba guardada con mi precinto.

– ¡Ay! Cuando me quitaron el tapón, me dio una alegría –Apuntó la de Tempranillo como adivinando los pensamientos de su nueva amiga – Ya no recuerdo cuánto tiempo estuve en la fábrica donde me hicieron, es decir que no sé cuándo nací, luego otro tanto en la vinícola. Seis meses en el almacén del supermercado, 28 días en la estantería de la zona de licores y bebidas espirituosas – dijo haciendo una reverencia y alargando la S final – Y luego tres días en la cocina de esta casa ¡Ya está bien! Libertad. Li- ber – tad – Seguía diciendo con los ojos cerrados abriendo los brazos y moviendo las manos como quien vuela.

– No, esto no me está sucediendo a mí. ¿Cuántas botellas de lo que sea, incluso algún Tetra-Brick daría su vida por estar aquí conmigo? Y me toca a mí de compañera una botella que está mal de la cabeza – Decía la Gran Reserva en voz baja y cerrando los puños y los ojos.

– Pero cambia esa cara… evidentemente has sido la preferida de los señores durante la comida. A mí apenas me han hecho caso los jóvenes, y de mala gana. Como para decir que han tomado algo – Dijo la Tempranillo tratando de animar a su amiga – A mí no se me acaba el mundo… aunque sí el vino – Agregó guiñándole un ojo a su amiga.

–Es que no se podía esperar menos ¿Es que, acaso, no sabes con quién estás hablando? Yo soy una Gran Reserva su nombre lo dice… Reserva, “Que hay que guardar”, pero mira lo que han hecho estos conmigo. Se han bebido mi contenido ¿y ahora qué? – Se preguntaba desesperada – ¿Ahora qué? ¡Dime! No soy más que una botella medio vacía –Agregó con lágrimas en los ojos.

– Pero ye te veo medio llena –respondió la Tempranillo ladeando la cabeza y frunciendo el seño, como si no entendiera de qué le hablaba su compañera.

En ese momento de la conversación, la abuela cogió por el cuello las dos botellas y dijo a sus familiares:

–El martes cumple años Juan –Haciendo un esfuerzo por mantener el tipo agregó –¿Con cuál celebramos – Preguntó levantado una botella en cada mano.

– A mí dadme vinito del bueno ¿Vale? – Contestó Juan –El Tempranillo dejadlo por ahí y que se lo “fundan” los chicos esta noche.

Al escuchar esto, una de las botellas no podía contener su emoción y se abrazaba a sí misma de alegría, mientras que a la otra le corría un sudor frío por la etiqueta.

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